Y así es, está en su hábitat entre girasoles, ovejas, trigo y campos infinitos.
Valora el silencio como impronta, aunque no pare de hablar.
Adriana celebró su primera comunión en La Quinta de Carrascal, una pedanía a 15 minutos de Salamanca, donde el mar, tiene un rival.
Sus padres reconstruyeron La quinta de Carrascal, con mucho gusto, conservando el valor añadido de una casa castellana de labranza.